El compartimos una imperdible entrevista realizada en España a Claudia Goldin, pionera en temas de brecha salarial realizado por diario El País.
No siempre los hombres han ganado más que las mujeres en la proporción que sucede ahora. En un sistema en el que objetivamente se pagaba por unidad producida no había tanta diferencia. Y así sucedía en las fábricas de principios del siglo XX. Sin embargo, la brecha de género se agudiza cuando cambia la organización en el trabajo y hace falta estar disponible más horas para atender al cliente, para cumplir un plazo o para un viaje de empresa.
“El presentismo ha empeorado el problema”, sostiene la profesora estadounidense Harvard Claudia Goldin, pionera en el análisis económico de la brecha de género y un nombre habitual en las quinielas para hacerse con el Nobel. El miércoles pasado, la Fundación BBVA le entregó en Bilbao el premio Fronteras del Conocimiento por sus contribuciones al estudio de la brecha de género.
Conforme bucea en su mente para articular respuestas con una precisión de cirujana, se relaja y sonríe. Tantas veces ser la primera mujer en algo imprime carácter. Primera mujer en acceder como fija al departamento de Economía de la Universidad de Harvard. Primera mujer en desvelar las claves de la brecha salarial de género… “Eso no lo descubrí yo, ya estaba en la Biblia”, afirma siempre.
Sobre España le llama la atención una particularidad que comparte con otros países europeos como Francia o Alemania: en EE.UU. la brecha de género es un problema entre universitarios. Las diferencias salariales aparecen con fuerza entre los trabajadores más formados. En parte porque no existe la constricción de un salario mínimo y quizás porque en los trabajos peor pagados se retribuye por hora. En cambio, en España la brecga se presenta en los extremos, dibuja Goldin en un papel. Aparece en los que tienen sueldos altos pero también en los bajos, y se suaviza entre los que cobran salarios intermedios. Sin embargo, los datos no son suyos. Y solo se atreve a conjeturar el porqué tras instarle en varias ocasiones y con muchas cautelas.
“En un mercado con sindicatos y alto desempleo, parece que en la parte baja de los salarios los hombres están consiguiendo los mejores trabajos y las mujeres, los peores”, señala. Y pone el ejemplo de un varón que trabaja en la construcción mientras que la mujer se emplea en la limpieza. “Puede tener que ver con que haya más presencia de los sindicatos en los sectores que haya predominancia de hombres”, desliza. “En USA, en ese segmento de salarios bajos solo hay malos trabajos y malos sindicatos”, lamenta jocosa.
¿A qué obedece la brecha de género? “No es discriminación”, se queja en tono profesoral. “Hay algo más”, subraya. De acuerdo con sus investigaciones, la brecha salarial no tiene entre sus principales causas que las mujeres compitan menos, que negocien poco o que haya jefes machistas. Todas esas razones solo tienen un impacto residual. En realidad, la brecha salarial se amplió cuando se desarrolló el trabajo de corte más administrativo, cuya organización hace que se valore más al trabajador que puede estar más horas.
En el fondo, el desarrollo de las políticas de personal y de los departamentos sentó las bases al premiar a los hombres con los mejores puestos porque están más tiempo en el trabajo. Es el coste de que las mujeres tiendan a elegir empleos con una mayor flexibilidad para poder conciliar, indica.
“Desde los ochenta, durante más de 30 años, las mujeres no lo han hecho mal gracias a la mejora de su educación, en la que incluso superan al sexo masculino. Sin embargo, ha aumentado el número de hombres que trabajan más horas, que están todo el tiempo disponibles para la empresa. Y eso ha provocado que se haya quedado estancada la brecha y no se aprecie una mejora”, destaca.
“Los hombres están desproporcionadamente disponibles para hacer largas jornadas en el trabajo, mientras que las mujeres están desproporcionadamente disponibles para dedicarse a tareas del hogar”, afirma. Y añade que “es la otra cara de la moneda de la desigualdad en la pareja”. Es más, defiende que “no se detectan diferencias apreciables de salario cuando las mujeres no tienen niños o no asumen responsabilidades en el hogar”.
Según datos de Goldin que citaba incluso el presidente Obama, las mujeres en Estados Unidos ganaban después de la Universidad 92 céntimos por cada dólar que se retribuía a un hombre. Pero es a partir de la llegada de los hijos cuando la diferencia se agranda de verdad. A los 40 años, cobran 73 céntimos por cada dólar.
Goldin comenta que ha visto estudios en los que en España las mujeres duplican las horas de los hombres en las tareas del hogar.
¿Y las soluciones? En cuanto a la igualación de los permisos de paternidad, cree que esta medida “no es decisiva porque supone poco tiempo en una carrera laboral entera, ni siquiera lo ha sido en Suecia, que es un país líder a la hora de atajar la brecha de género”, recalca. Goldin no cree que la discriminación positiva o las cuotas sean la panacea. En su opinión, hay que “ir a la raíz del problema”. Y eso significa que los hombres “deben implicarse más en las tareas del hogar”. Deben reclamar a las empresas que quieren pasar más tiempo con sus hijos, que no quieren perderse el partido del pequeño.
Goldin apuesta por guarderías con horarios amplios. “Si son pocas horas no vale”, matiza. Pero ni siquiera eso lo solventa porque al final alguien tiene que estar siempre disponible en casa. Y acaba siendo la mujer.
Goldin detecta que los sectores donde se acusa más la brecha son las finanzas, la abogacía o las corporaciones. Por el contrario, la diferencia salarial se reduce sustancialmente en las tecnológicas o las farmacéuticas. ¿Y qué tienen estas para que así suceda? Según relata Goldin, estas empresas se organizan en grupos y pueden sustituirse unos a otros de forma que nadie es indispensable y, en consecuencia, se puede conciliar mejor la vida familiar con la laboral.
¿Podría ocurrir que si el hombre se involucra y destina más horas al hogar la brecha salarial de género se convierta en una brecha entre los que tienen familia y los que no? “Ya existe esa diferencia. Aquellos que no tienen hijos presentan los mayores ingresos. Ahora bien, el traspaso de la actividad en el hogar desde la madre al padre, ¿aumentará la brecha salarial por tener hijos o la reducirá? La respuesta no es clara”, admite.
EL AUGE DE LA TECNOLOGÍA, UN ARMA DE DOBLE FILO
Goldin también es una experta en la interacción entre el empleo y la tecnología. Y descarta tajante que la revolución tecnológica pueda perjudicar más a las mujeres porque estudien menos carreras universitarias de ciencias. “Depende del uso que hagas de la tecnología”, dice con el ordenador agarrado en el regazo y del que extrae datos a gran velocidad. En cualquier caso, su investigación apunta que las diferencias no se deben tanto a que las mujeres hagan más unos trabajos que otros. Se trata de una brecha que existe mayoritariamente dentro de las mismas ocupaciones, resalta Goldin.
Incluso si las tecnologías pueden brindar cierta flexibilidad, también pueden convertirse en “un arma de doble filo”, recuerda. Al ser mucho más intrusivas, pueden provocar que el trabajador esté siempre disponible. Goldin explica además que la automatización y robotización de los empleos puede perjudicar más a los hombres, que trabajan más en la industria.
Para sus estudios, Goldin ha recopilado datos desde 1820. Su obra, Comprendiendo la brecha de género: una historia económica de la mujer estadounidense, se considera la base de todos los análisis económicos de esta materia.