La pandemia nos ha enseñado que tenemos que ser flexibles en el trabajo, no que tenemos que trabajar todo el día. La tecnología permitió durante los peores momentos del coronavirus que los empleados se quedaran en casa sin problema si se habían contagiado, pero, al mismo tiempo, hicieron más difícil tomarse una baja por enfermedad, según Financial Times.
Cuando Raquel contrajo Covid, sus empleadores dieron por sentado que seguiría trabajando a distancia, en lugar de pedir la baja por enfermedad. «Estaba muy muy cansada», rememora. «Era difícil concentrarse». Esta profesora de alumnos con necesidades especiales, residente en el sureste de Inglaterra, impartía clases desde su casa a los estudiantes que se encontraban en el aula, con la ayuda de una profesora auxiliar. «Tenías la impresión de que, si no lo hacías, estabas fallando a la gente». Sus dificultades se vieron agravadas, más aún, por la mala conexión a Internet de la escuela, y por ciertos comportamientos de los estudiantes.
La anécdota ejemplifica con claridad cómo las herramientas introducidas durante la pandemia para ayudar a aislar al alumnado y al personal docente han transformado la vida laboral. Las conferencias de Zoom, el email y los canales de Slack facilitaron el trabajo durante los confinamientos, y permitieron a los empleados quedarse en casa sin problema si se habían contagiado, pero, al mismo tiempo, hicieron más difícil tomarse una baja por enfermedad.
Elizabeth Rimmer, consejera delegada de LawCare, organización sin ánimo de lucro dedicada a la salud mental de la comunidad jurídica, ha participado a lo largo de las últimas semanas, en numerosos seminarios web y reuniones virtuales, entre cuyos asistentes había personas que continuaban luchando contra la Covid. «No tenían buen aspecto. Pueden meterse en la cama, con el ordenador portátil, y resistir contra viento y marea, aunque estén mal». Jane van Zyl, consejera delegada del grupo activista Working Families, apunta: «lo que nos ha enseñado la pandemia es que tenemos que ser flexibles en el trabajo, no que tenemos que trabajar todo el día».
La presión de seguir trabajando
La tecnología no sólo ha hecho más fácil trabajar desde la cama cuando estamos enfermos, sino que el trabajo a distancia e híbrido puede debilitar los vínculos entre compañeros. Según investigaciones, cuando un empleado tiene «apoyo social», es más probable que informe de una enfermedad, si la padece, con lo cual se reduce la presión de seguir trabajando.
Aún están saliendo a la luz nuevos datos sobre las consecuencias de la normalización del trabajo a distancia cuando el trabajador cae enfermo. El año pasado, en Reino Unido, la Oficina de Estadística Nacional reflejó un descenso récord en el número de días que cada persona faltaba al trabajo: de una pérdida de horas de trabajo del 3,1% por enfermedad en 1995 a un 1,8% en 2020.
Días de baja
En Estados Unidos, una encuesta realizada en 2020 concluyó que los empleados tenían menos tendencia a tomarse días de baja, debido a la posibilidad de trabajar desde casa y a la creencia de que no estaba bien visto hacerlo entre los empleadores. Otra encuesta efectuada antes de la pandemia en una empresa china, cuyo personal trabajaba a distancia, observó también que los trabajadores se tomaban menos días de baja remunerada por enfermedad debido al hecho de trabajar desde casa.
Nuevas actitudes frente a la enfermedad
Algunos empleadores, ante la nueva presión que ha afectado durante la pandemia a aquellos empleados que trabajaban, han respondido concediéndoles varios día libres más dedicados a su bienestar: es el caso, entre otros, de LinkedIn y Hootsuite, que concedieron una semana más a su personal.
Sin embargo, la pandemia ha modificado las actitudes de los empleadores con respecto a la enfermedad, afirma la profesora Laura Empson, de la Universidad de Londres. «Empieza a ser posible decir que uno necesita un descanso por su bienestar mental. No es que se considere bueno decirlo, pero, al menos, se dice. Ciertas cosas que, antes de la Covid eran impensables, ahora, por lo menos, son posibles, aunque aún no sean aceptables».
El problema es que las políticas sobre baja por enfermedad son solo efectivas si se comunican correctamente al personal y este las entiende bien. La clave estriba en conseguir que los jefes de departamento sean conscientes de los riesgos que entraña permitir que un empleado enfermo continúe trabajando, y gestionar adecuadamente la carga de trabajo para aliviar la presión que debe soportar el trabajador cuando no se encuentra bien.
En una situación híbrida flexible, inevitablemente una parte queda a juicio del trabajador. «En un mundo ideal, si hay suficientes posibilidades de trabajo flexible, tal vez no sea necesario pedir la baja por enfermedad» explica Maria Karanika-Murray, profesora adjunta de psicología ocupacional de la Universidad Trent de Nottingham. «La cuestión será efectuar ajustes».
Una asesora que tuvo que lidiar con los síntomas de la Covid explica lo útil que le resultó seguir dirigiendo un proyecto: «paradójicamente, la adrenalina de la campaña me ayudó a mantener la mente despejada». Sin embargo, esta asesora aboga por no acudir a la oficina si uno no se encuentra bien, aunque sea una enfermedad menor. «Me parece que no tiene sentido, en ningún caso, llevar al trabajo un constipado o un virus cualquiera, y hacer enfermar a los compañeros».
Muchas cosas dependen de la cultura de cada lugar de trabajo: el ejemplo de los altos ejecutivos, los chistes sobre escaqueo o sobre el consumo compulsivo de servicios de streaming. En último extremo, se trata solo de confiar en los empleados y e pensar que van a tomarse bajas solo cuando las necesiten y que no van a abusar de la flexibilidad.
Uno de los problemas de las empresas es que no planifican como es debido qué se va a necesitar para reemplazar una baja por enfermedad, con lo que, de paso, aliviarían el sentimiento de culpa y el estrés que implica pedir una baja por enfermedad.
A Raquel, la profesora de alumnos con necesidades especiales, las dificultades que implica aprender a distancia cuando se padece una enfermedad la forzaron a buscar soluciones. «Me obligó a pensar más en lo que hacemos para sustituir carencias y en los recursos que tenemos a nuestra disposición cuando estamos enfermos. Estamos muy anclados en nuestra forma de enseñar».