Nomenclatura vacía o una forma de contratar a profesionales distintos. Ese es el debate.
Ya no se habla de presidentes. Hay CEO. En vez de directores de operaciones hay COO (Chief Operating Officer); los directores de márketing son CMO (Chief Marketing Officer), y los directores financieros, CFO (Chief Financial Officer)»… pero esta nomenclatura ni es nueva ni resulta chocante ya a casi nadie.
Tampoco sorprende mucho más el cargo de virrey galáctico de excelencia en investigación, un puesto creado por Microsoft para el responsable de investigar los desarrollos en la nube de Internet y las aplicaciones web; o el hacker en residencia, que se dedica a crear prototipos para herramientas internas y a transformar los diseños de ciertos productos en LinkedIn; el filósofo in-house de Google, y otros cargos con nombres extravagantes como director del corazón -que se dedica a mantener reuniones personales con los empleados y a favorecer una relación especial con ellos- jefe de cultura, director de felicidad, o los más curiosos Aguila Poderosa (es el cargo de Peter Vestebacka, CEO de Rovio, creador de Angry Birds); el cinturón negro maestro, que funciona en una empresa tradicional como General Electric o los ninja, paranoico en jefe-así se denomina en Yahoo a algunos cargos de ciberseguridad, detective de datos, diseñador jedi, héroe de la felicidad o capitán de moonshots.
El debate está servido desde hace tiempo, porquehay quien piensa que estos cargos extravagantes (casi todos en inglés) son meras caricaturas que tienen que ver con un grado de estupidez nunca visto.
Escépticos
Es el caso de Pim de Morree, cofundador de Corporate Rebels, quien mantiene una curiosa teoría sobre la creación de estos nombres y cargos. De Morree sostiene que hay una estructura básica común a casi todos ellos: «Primero se marca un territorio agregando algo como district, regional, global, o international -siempre en inglés-, y luego se agrega un sector (también en inglés) a la mezcla, como legal, communications, mobility… Y se añade un término vago -por supuesto, en inglés- para el trabajo que realiza esa persona, sumando algo como distribution, resourcing, servicing, re-engineering. Y, para terminar, una pizca de jerarquía como chief, executive, manager, o supervisor».
La estructura que sugiere Pim de Morree se parece mucho a esas tablas que se leen mezclando las palabras de distintas filas y columnas, que no significan nada, pero que pueden dar la impresión de un contenido importante.
Seguir esta receta puede llevarnos a crear cargos como el de Ejecutiva global de recursos de alimentos y bebidas, o el de Supervisora del distrito en reingeniería de comunicaciones, que suenan impresionantes, pero significan bien poco y crean la duda de qué hace esa persona cada día en su puesto.
Defensores
Sin embargo, en el lado contrario hay quien ve un fenómeno serio y hasta necesario en todo esto. Hasta justifican la nomenclatura en inglés, ya que responde -dicen- a nuevas profesiones surgidas a partir de la Cuarta Revolución Industrial, que tienen que ver con inteligencia artificial, robots, 3D, Internet de las Cosas o blockchain, y ahora también con el metaverso.
Son los que argumentan que estos cargos extraños y aparentemente ridículos responden a una nueva cultura corporativa y, lo que es más importante, a una nueva forma de contratar que tiene que ver con la necesidad de captar a profesionales distintos, por lo que este tipo de nombres adaptados a la realidad laboral cambiante podría ser una herramienta de retención del nuevo talento: crear nombres peculiares para los puestos exige que quienes buscan empleo y los headhunters amplíen sus perspectivas.
Quienes ven virtudes en esta nomenclatura creen que permite entrar en el detalle de qué es lo esencial en ese puesto, qué aptitudes básicas son precisas, más allá de las experiencias pasadas. Y favorece el hecho de que, en un escenario de empleos intrínsecamente nuevos, no sólo por su nombre, sino por sus contenidos, la búsqueda de candidatos debe orientarse más al examen de las posibilidades de las personas que a sus experiencias pasadas.
El nombre del puesto va más allá de la pura denominación y dice mucho de la cultura de la compañía y de la imagen que se quiere transmitir.