Felicidad Laboral ¿Se Extingue o se Estanca con Dinero?

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Algunos están dispuestos a desmentir aquello de que ‘el dinero no da la felicidad’. Incluso ciertos expertos que argumentaban desde hace años que la satisfacción y la motivación que proporciona ganar más dura apenas tres meses, defienden ahora que el dinero podría comprar la felicidad, y que ésta crece sin extinguirse ante un incremento exponencial de la riqueza.

Matthew Killingsworth lo ha vuelto a hacer. Este investigador de la Escuela de Wharton en la Universidad de Pensilvania, preocupado por si existe un punto a partir del cual una mayor cantidad de dinero ya no se asocia con una mayor felicidad, acaba de aportar nuevas conclusiones acerca de lo que implica en términos de satisfacción (y de satisfacción laboral) el hecho de ganar más o menos dinero. Y lo que concluye Killinsworth podría llevar a pensar que el dinero, efectivamente, puede comprar la felicidad.

Muchos teóricos sobre estas cuestiones comenzaron aceptando hace más de tres lustros que la motivación extra que proporciona un aumento de sueldo dura apenas tres meses. Básicamente, eso quería decir que el dinero no puede ser nunca el principal factor motivador para escoger un trabajo o para permanecer en él.

Un estudio de 2010 de la Universidad de Princeton dirigido por Daniel Kahneman -economista, psicólogo y premio Nobel- en colaboración con el también premio Nobel Angus Deaton, aseguraba que “a partir de unos ingresos anuales de 75.000 dólares no hay mayores consecuencias en términos de felicidad, estrés, disfrute o frustración”. Es lo mismo que decir que los ingresos adicionales no afectan a la felicidad general.

Las ideas de Kahneman y Deaton llevaron en su día a algunos discípulos aventajados a poner en práctica estas teorías: en 2015 Dan Price, fundador de la compañía Gravity Payments, se empeñó en demostrar que la felicidad podía alcanzar un máximo de 75.000 dólares, y decidió subir el sueldo de sus empleados hasta 70.000 dólares -reduciendo el suyo- con lo que en una empresa de 120 empleados, alrededor de 70 percibieron un aumento, y 30 duplicaron sus salarios anuales.

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Teorías revisadas

La primavera de 2023, Kahneman revisó sus teorías y se unió a un investigador de la felicidad y profesor de la Escuela de Wharton en la Universidad de Pensilvania llamado Matthew Killingsworth. Juntos publicaron un nuevo estudio en Proceedings of the National Academy of Sciences que contradecía la teoría vigente sobre dinero y felicidad, y que anulaba la idea de que las personas que son más felices al ganar más se encuentran con una nivelación de esa alegría -un verdadero bajón- cuando sus ingresos alcanzan los 75.000 dólares anuales.

Lo que Kanehman y Killingsworth encontraron en 2023 fue una asociación constante entre mayores ingresos y mayor felicidad para la mayoría de las personas, aunque también un aumento y una meseta para una minoría infeliz.

Los investigadores concluyeron que la felicidad continúa aumentando con los ingresos -incluso en el rango alto- para buena parte de las personas, lo que demuestra que para muchos de nosotros, en promedio, tener más dinero puede hacernos cada vez más felices.

Pero descubrieron asimismo que hay una “minoría infeliz” -alrededor de un 20% de los participantes en la investigación- “cuya infelicidad disminuye con el aumento de los ingresos hasta un umbral, y luego no muestra más progreso”. Estas personas tienden a experimentar “miserias negativas” que normalmente no pueden aliviarse ganando más dinero. El estudio de Kahneman y Killingsworth se refería a ejemplos como la angustia, el duelo o la depresión clínica. Para ellos, su sufrimiento puede disminuir a medida que sus ingresos aumentan a alrededor de 100.000 dólares, pero “muy poco más allá de eso“.

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Y ahora, más cambios

Dispuesto a averiguar si la felicidad se estanca, disminuye o sigue aumentando cuando tenemos dinero, Killinsworth ha descubierto ahora que ésta crece de manera constante, al menos hasta ingresos de cientos de miles de dólares por año.

Cuando nos preguntamos si las personas con más dinero son más felices, la literatura científica sobre esta cuestión se muestra amplia y compleja, aunque prácticamente todas las investigaciones coinciden en que tener más dinero se asocia con una mayor felicidad, al menos en cierta medida.

Responder a la cuestión de si existe un punto más allá del cual más dinero ya no se asocia con mayor felicidad tiene implicaciones para tomar decisiones financieras, en los planes de compensación, en los impuestos y en muchos otros ámbitos de la vida personal y profesional.

El concepto de felicidad guarda relación con la decisión de trabajar en una compañía de forma comprometida. Hay un denominador común cuando se analiza qué es lo que más valoran los empleados en una organización. Por un lado está la flexibilidad -horaria, o en el espacio (teletrabajo), o la que se refiere a los medios que pone la empresa para la ayuda familiar-. Existen otros factores, como el desarrollo y las oportunidades de formación y crecimiento -que son las que harán que más tarde la retribución sea mayor-, o los aspectos culturales, mucho más apreciados por las jóvenes generaciones, con sus formas de entender la relación entre empleado y empleador.

Quienes piensan que es mejor preferir un trabajo que a uno le haga feliz que tener un buen sueldo recuerdan que los empleados en jaulas de oro viven en un entorno laboral en el que el rendimiento es más bajo. Esto llevaría a concluir que las organizaciones que pagan mucho suelen ser aquellas que, por su nombre o situación de mercado, están en una posición de riesgo, y sus tasas de rotación serían muy elevadas. Es lo que opinan aquellos que defienden que la motivación extra que proporciona un aumento de sueldo dura apenas tres meses.

Puede que el dinero por sí solo no nos haga felices, pero investigaciones como las de Killingsworth permiten asegurar que se trata de un recurso que, usado correctamente, puede aumentar la felicidad.

Antes que Killingsworth, otros ya apuntaron esta posibilidad de que el dinero puede comprar realmente la felicidad. Expertos en la materia como Ed Diener, autor de La felicidad, defienden que “los recursos financieros pueden servir como amortiguador contra los eventos negativos de la vida”. El profesor de la Universidad de Texas, Raj Raghunathan, señala en su libro If You’re So Smart, Why Aren’t You Happy? que “sentir que tenemos lo suficiente resulta crucial para la felicidad ya que, cuando sentimos la abundancia, la vida nos parece un desastre acogedor: perfecta a pesar de sus imperfecciones”.

Y el trabajo sociológico de Rachel Sherman sobre lo que se siente acerca de la riqueza -Uneasy Street: The Anxieties of Affluence- destaca la “sensación de control y autonomía, que es un ingrediente crucial en nuestras vidas”.

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Qué queremos…

Entre las cinco aspiraciones principales que ningún profesional está dispuesto a negociar identificadas por ManpowerGroup, la primera es la retribución, que siempre es importante, aunque aún lo es más de qué forma se percibe. Según esto, el sueldo es el principal factor de atracción y retención para todos los empleados menores de 65 años, al margen del género.

Pero también resulta determinante la información personalizada sobre la trayectoria profesional basada en datos y evaluaciones: el 81% de los profesionales evaluados declara sentir una mayor satisfacción laboral. Y también hay que añadir el deseo de muchos trabajadores por tener un empleo estimulante en términos de formación, experiencia y exposición; un trabajo para desarrollar sus competencias e impulsar su trayectoria profesional.

Sin olvidar la flexibilidad y el control del calendario, algo primordial que contribuye al bienestar del profesional, y también tener un propósito. Según ManpowerGroup, “los empleados quieren enorgullecerse de lo que hacen y de la empresa en la que trabajan. Así, el propósito, la marca y la reputación se posicionan entre los principales factores de atracción”.

Es evidente que una parte de la felicidad es la retribución, pero también está el jefe, los compañeros, la cultura corporativa, o la cualificación del empleado. Sin olvidar que hay que resolver los asuntos de la vida personal, y buscar el equilibrio.

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Además, hay que tener en cuenta que los profesionales valoran que su proyecto personal y profesional se pueda desarrollar en un determinado proyecto empresarial, así como la posibilidad de desarrollar adecuadamente el trabajo, algo que está relacionado con el buen clima. Es ahí donde entra en juego la relación entre el jefe y el empleado.

Y no se puede olvidar que la mayor causa de desvinculación con la empresa es la falta de sintonía con el jefe, y la segunda es la falta de proyecto de la firma.

Sobre todo tras la pandemia y después de haber sufrido fenómenos como el de la gran renuncia o gran dimisión, millones de empleados fían su satisfacción laboral al modo en el que la organización se preocupa por ellos; a qué medidas necesarias desarrolla para que la vida profesional discurra por un entorno mejor.

Todo esto son cuestiones tangibles antes que aspectos emocionales. Se trata de compensación total, que se refiere a todos los aspectos: la carrera profesional, los procesos, o las condiciones de trabajo.

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